viernes, 26 de septiembre de 2008

Primeros pasos

Recuerdo una mañana de 1989. Las 12:30. Varios concejales del ayuntamiento de redondela reunidos al lado de mi casa con los empresarios. Una conversación: " Sí, sí, no os preocupeis. Aquí podéis hacerlo. Este no vive aquí. El de allá abajo no dirá nada...."
Mi mujer y yo nos aproximamos, todo eran sonrisas y amabilidad. ¡Cuánta hipocresía!.
De nada sirvieron mis reclamaciones ante el Ayuntamiento. Todo estaba acordado ya. Un silo, varias tolvas, ningún permiso y mucho menos escrúpulos. La empresa estaba lista.

Siempre he pensado que si uno hace bien las cosas, si es buena persona nada malo tiene por qué sucederle. Vamos, que no se meterá en ningún lío. Pronto comprendí que había sido un iluso toda mi vida.

La actitud del Ayuntamiento de Redondela, lejos de desanimarme me llevó a buscar ayuda en otros organismos. Así, recurrí primero al Defensor del Pueblo y luego al Valedor do Pobo. Debo decir que mi experiencia con estos órganos, que se prolongó durante años ha sido agridulce. Por una parte aceptaban mis quejas, sí, yo tenía razón, observaban lo que ocurría, pero su intervención lamentablemente se limitaba a eso. No podían hacer nada, lo cual no era ningún consuelo para mí, que precisamente lo que buscaba era una solución, y no un mero espectador de los hechos.

Un par de años más tarde comprendí "de golpe" que mis reclamaciones sí tenían algún efecto, aunque no el que yo deseaba. Una tarde de verano, mientras mis hijos jugaban en la piscina, mi mujer y yo tomábamos un café sentados tranquilamente a la puerta de mi casa. Un estruendo nos sobresaltó. Una excavadora hacía trabajos en el portal de mi finca. Al verla tan próxima nos acercamos. Fue entonces cuando vimos que había excavado en el terreno por donde pasaba la tubería del agua, rompiéndola. Cuándo le reclamamos y le dijimos que qué hacía, el empresario se acercó por detrás y me golpeó fuertemente en la cabeza, tirándome al suelo, mientras gritaba " ¡Yo hago lo que me da la gana, hijo de puta!". Me magulló todo el cuerpo, mientras mi mujer, asustada, gritaba y trataba de socorrerme.
¿En qué quedó todo?. Si hubiera sido en la actualidad, seguramente el sujeto estaría entre rejas. En aquella época, mi falta de experiencia en cuestiones judiciales, me llevó a acudir a un juicio sin ser asistido por un abogado, en el que el juez, obligándome a firmar un papel, que yo no comprendía ni había leído, lo absolvió.

No hay comentarios: