Al contrario de lo que les sucede a muchos de los afectados por el ruido, los días festivos son una auténtica bendición para nosotros. La calma y tranquilidad que se respira cuando la empresa no trabaja, es algo que al principio extraña, pero a lo que te acostumbras tan rápido, que cuando pasa, la desesperación es aún mayor, o al menos esa es mi impresión.
Concebimos cada día (y noche) con el ruido incorporado, como si éste formara parte de nuestra cabeza, pero aunque integra nuestra rutina diaria, es algo a lo que no te acostumbras, un intruso que te impide pensar, te sobresalta y ahoga.
Estas Navidades, como todas las fiestas, fueron tranquilas, en silencio, y tan sólo por eso uno se siente más feliz y relajado. Es increible como algo tan sencillo llega a ser tan importante. Pero como todo lo bueno, lamentablemente llega a su fin, vuelve el trabajo, y con él los ruidos. De nuevo el intruso ocupa tu hogar, y aunque seguramente sigue siendo el mismo, sientes que se ha hecho más fuerte, que duele más, y deseas con desesperación que lleguen las siguientes vacaciones para reencontrarte con la tranquilidad.
Como hace tiempo que no subía ningún video "nocturno", aquí os dejo el último, grabado como podéis ver, en la madrugada del viernes al sábado.
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